Son gritos que expresan dos dramas, palabras que chillan al borde del
precipicio el serbio Novak Djokovic y el suizo Roger Federer antes de
citarse en las semifinales de Roland Garros. “¡Callaos!”, abronca al
público el campeón de 16 torneos del Grand Slam, descompuesto el rostro
mientras ve cómo el argentino Juan Martín del Potro le saca dos sets de
ventaja en los cuartos. “¡No puedo jugar!”, se queja Nole en la misma
ronda mientras el francés Jo-Wilfried Tsonga se procura cuatro puntos de
partido. Sin embargo, tanto el suizo (3-6, 6-7, 6-2, 6-0 y 6-3) como el
serbio (6-1, 5-7, 5-7, 7-6 y 6-1) sobreviven. Sus contrincantes se
topan con dos estadísticas que retratan a dos campeones. Por séptima vez
en su carrera, Federer remonta dos sets de desventaja. Por octava vez seguida, Djokovic conquista un partido en la quinta manga,
elevando a 26 los puntos de encuentro que ha superado en su carrera,
más que Rafael Nadal (18), Federer (11) y el británico Andy Murray
(ocho). El sello de dos tenistas de leyenda, rivales en la penúltima
ronda.
“Tsonga fue mejor que yo durante gran parte del duelo. No sé cómo
salvé los cuatro puntos de partido. Tuve fortuna”, cuenta luego el
número uno mundial, al que ya detuvo al hoy número tres en la penúltima
ronda de París en 2011. “Quizás su rodilla estuviera en problemas”,
reconocerá más tarde Federer sobre la articulación de Del Potro,
aparatosamente vendada y clave en un combate en el que el argentino
acabó roto, sin casi poder moverse. “La carretera a la victoria”,
explicó el suizo, “es larga, un maratón”.
Antes de los discursos, los argumentos con los que se cuecen las
batallas de los cuartos. “Saldré a luchar como un león”, cuenta Tsonga
la víspera de su partido contra Djokovic; “sé que compito ante mi
público. Jugaré desde la línea, pero con el objetivo de armar mi entrada
en la pista, ya que lo importante es desestabilizar a Djokovic”.
Todo lo que promete Tsonga lo cumple. Puño en alto, provoca al
público y enciende en su favor una caldera. De estacazo en estacazo,
siempre al ataque, tirando y tirando con los ojos cerrados, busca su
suerte en el partido. Es Tsonga haciendo de Tsonga. El francés digiere
el 1-8 que encaja de inicio y un golpe tras otro desnuda a Nole. El
serbio es incapaz de capitalizar las numerosas ocasiones que se crea en
un partido que le ve marchar un break arriba en las tres primeras
mangas. El francés, autor de 42 errores no forzados, más que el doble
que su contrario (20), juega con extremado riesgo. Grita, pega y muerde.
Cree siempre. Solo puede reprocharse una derecha mal ejecutada en uno
de los cuatro puntos de partido. Los otros tres los discute el serbio
con la convicción de los elegidos, libre de las cadenas de nervios que
atenazan a los mortales. De nuevo, es un campeón que ni siente ni
padece, hecho de piedra y fuego.
Federer, no. Federer tiembla. Chispea en París. Hace frío. Por el
cemento de la grada de la pista Suzanne Lenglen se cuelan los gritos del
público de la Chatrier, enloquecido con el Tsonga-Djokovic. No son de
Federer esos golpes con los pies parados. No son de Federer esos bufidos
a cada tiro. No son de Federer esos versos torcidos. Del Potro manda
por dos sets a cero y solo la rodilla izquierda, aparatosamente vendada,
le frena. Federer le mueve, no le empuja. Federer apenas le pone la
pelota a media pista, donde el argentino, falto del resorte de la
rótula, ya no tiene cómo alcanzarla. Federer, finalmente, tiene el
mérito de mantener la fe y competir con valentía.
Del Potro manda con largos tiros. Federer se defiende con su varita
mágica, capaz de absorber la fuerza de su adversario para mantener vivo
el intercambio. Es pura coordinación, timing, que les gusta decir a los
tenistas. Durante mucho tiempo, el argentino rema lanzando su corpachón
de un lado a otro de la cancha. Retumban sus cañonazos, se resquebraja
el muro de Federer. Eso, sin embargo, va quemando inevitablemente las
energías de Delpo. Eso va desgastando inevitablemente la dolorida
rodilla. Llega entonces el fisioterapeuta. Las pastillas contra el
dolor. Federer, glorioso en su remontada. Un final que solo es un
principio. En las semifinales, tras engullir en los cuartos 4h 9m de
partido el número uno y 3h 14m el número tres, dos campeones de una
pieza. Con sol y nubes, con calor y frío, en los días buenos y en los
malos, Federer y Djokovic.
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